Columna QR: Plática de lavandería

Como los mexicanos cruzan la frontera para que su familia en México tenga mejor calidad de vida, las remesas se vuelven parte de la cotidianidad en el país.

José Martín Sámano
Opinión
Columna QR Plática de lavandería

- ¿Puedo ayudarle?- Me preguntó el hombre al ver que de yo plano no hallaba la forma de echar a andar la máquina en un negocio de lavandería automatizada ubicada cerca de mi hotel- -¡Por favor!-, le dije un poco avergonzado y al borde del colapso, tras varios intentos fallidos. Ahí comenzó la plática informal con un desconocido de quien aprendí mucho más que cómo echar las monedas y el jabón para primero lavar y luego secar mi ropa a mitad de mis recientes vacaciones por el noroeste de Estados Unidos y Canadá.

Con esa amabilidad que caracteriza a los paisanos donde quiera que nos encontremos lejos de casa, me platicó que llevaba tres meses fuera de la suya, en el estado de Chiapas. Que había vendido tres de sus vacas y un auto de modelo poco reciente para juntar los 200 mil pesos que le pidieron los coyotes para cruzar la frontera norte de nuestro país.

¡Diez mil dólares! Sin entrar en detalles me contó que se las vio negras al atravesar por Ciudad Juárez y que a punto estuvo de perder la vida en el intento. Que los traficantes de personas lo botaron en Nuevo México y que desde ahí se las arregló como pudo para llegar hasta la moderna ciudad de Seattle en el estado de Washington.

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Hombre de campo, casado, padre de una hija de 17 y un varón de 13 (con pinta de 18) a juzgar por la fotografías que orgulloso me mostraba mientras terminaba el primer ciclo del enjuague. -No veré a mi esposa y a mis niños durante los próximos dos años ya que es el tiempo que pienso quedarme aquí con unos familiares que también trabajan construyendo unos hoteles hasta que ahorre lo suficiente para cumplir mis sueños y pueda pagar la carrera de mis muchachos allá en México- Me dijo que la paga es buena.

25 dólares la hora con jornadas de diez horas cada una, seis días a la semana. -¡Son como cinco mil pesos diarios!, grité asombrado!- -Sí, unos 100 mil al mes, que mando casi íntegros a mi familia en Chiapas porque aquí casi sólo lo indispensable para vivir en un cuarto compartido y sin andar echando chelas los domingos-.

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Hablamos del clima en Seattle, famosa por que llueve un día sí y otro también. Y de los casi 8 meses del año con un frío de la fregada hasta en verano y noches más largas que la pandemia en el invierno.

También abordamos un poco la política, de acá y de allá, mientras se apagaba la secadora. Finalmente, mientras yo doblaba mi ropa, ambos llegamos a la conclusión de que nada como el terruño, pero que a veces, cuando no encuentras lo que buscas en donde naciste, hay que tomar riesgos y buscar nuevos horizontes a pesar del clima, los peligros, la distancia y sobre todo... sobre todo, la nostalgia.

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