Columna QR: Un día en la playa

Me parece que en general hemos mejorado en términos de cuidado al medio ambiente y la limpieza de las playas pero sin duda todavía hay mucho por hacer.

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Opinión
Columna QR Un día en la playa

Conocí Cancún por vez primera cuando tenía tan solo 12 años de edad y la ciudad apenas comenzaba a desarrollarse. Venía de vacaciones con mi familia y habíamos iniciado la ruta hacia el Caribe mexicano desde Mérida en un auto rentado, pues aquí todavía no llegaban tantos vuelos comerciales desde la Ciudad de México.

Ya se imaginarán lo distinto que era en aquel entonces el panorama que me tocó observar al momento de llegar a la playa y quedar completamente embelesado con el color del agua y la suavidad de la arena blanca.

Recuerdo que había un cuidador de un terreno donde, según nos dijo, pronto habría de construirse un enorme hotel con cientos de habitaciones. De hecho, comentó, “toda esta franja de costa que se ve en el horizonte muy pronto estará tapizada de centros de hospedaje y miles o millones de turistas vendrán a visitarla cada año”.

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Por supuesto que resultaba difícil imaginar semejante cambio y además en unos cuantos años, según aseguró el vigilante. Ahora que vivo aquí, en plenas celebraciones por el 53 aniversario de Cancún ya me siento 100% cancunense y en verdad disfruto ir cada que puedo a la playa sin dejar de asombrarme en lo que se ha convertido este destino turístico.


Este fin de semana por cierto estuve en San Miguelito, en la zona hotelera; un secreto muy bien guardado para los cancunenses a donde normalmente no llega tanta gente y donde aún no existe infraestructura como baños públicos o regaderas. Tampoco hay sombras, ni palapas o camastros, así que la gente llega para instalar su “chiringuito” donde mejor le acomode. Ahora por ser semana santa, el lugar estaba completamente lleno de bañistas, pero en otras ocasiones hay suficiente espacio para disfrutar de lo lindo.

En lo personal estoy muy contento por haber adquirido uno de esos modernos toldos fabricados con tela muy ligera pero al mismo tiempo resistente, que se arman en cuestión de minutos y que tienen en los extremos una especie de bolsas hechas con el mismo material que se rellenan de arena para darle buen sustento a la estructura que a su vez se soporta en un par de varillas plegables que se clavan en la arena. La convivencia en esa playa es muy sana. Incluso hay quienes llevan sus mascotas a pesar de que en teoría no está permitido, pero me tocó ver que los dueños se hacían cargo de limpiar los desechos de sus animalitos.

Lo que sí llegó a incomodar a muchos en algún momento fue cuando llegó un grupo de jóvenes con una gigantesca bocina que encendieron a todo volumen con ritmo de reggaetón. Usted habrá escuchado las letras de algunas de estas canciones que resultan francamente vulgares, así que un padre de familia les pidió que la apagaran y todo terminó de manera pacífica cuando los jóvenes accedieron.

El resto de la tarde fue espectacular y me dio gusto ver también que los asistentes recogieron sus desechos de bebidas y comida y se los llevaron. El problema es que al momento de llegar a la calle donde se estacionan los autos había una pila de basura, pues hay gente que prefiere dejarla ahí acumulada a la salida en vez de llevársela a sus domicilios para darle un destino final más adecuado.

Me parece que en general hemos mejorado en términos de cuidado al medio ambiente y la limpieza de las playas pero sin duda todavía hay mucho por hacer. Sobre todo quienes aquí vivimos deberíamos tener, si no la obligación, la costumbre de dejar nuestros arenales tal y como los encontramos o mejor aún dedicar unos minutos para levantar lo que gente sin educación no tuvo a bien llevarse.

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