La madre de todas las filas

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Conocí Cuba por primera vez en 1994 cuando fui para reportar acerca de un nuevo éxodo de " balseros” -14 años después del de Puerto Mariel- cuando más de 125,000 cubanos salieron hacia Estados Unidos a bordo de las más precarias embarcaciones que usted se pueda imaginar. Le propuse a mi jefe en aquel entonces la idea de viajar acompañado únicamente por un camarógrafo-productor y sin llevar ningún tipo de logotipo o identificación que nos relacionara con la empresa donde trabajábamos. Recuerdo que le dije que mi intención era subirme a una de esas balsas y emprender la travesía en busca del Sueño Americano para documentar la experiencia de este drama sin igual. A final de cuentas los patrones me prohibieron terminantemente hacer esa locura (lo cual agradezco y quizás por eso aún estoy aquí relatando lo ocurrido). Fue así que armados únicamente con una pequeña cámara de video portátil, haciéndonos pasar por turistas, mi compañero y gran amigo Abraham Guerrero y un servidor llegamos a la Habana con esas ansias de reportero y realizador hasta cierto punto novatos. Lo primero fue visitar la comunidad de Cojímar desde donde estaba saliendo esta nueva oleada de migrantes. Encontramos a la gente sumida en la miseria y verdaderamente dispuesta a todo como tal de cambiar su triste realidad. Documentamos por ejemplo el drama de un hombre maduro que nos mostraba, en un papel arrugado y amarillento, su diploma como técnico especializado. No tenía empleo ni comida y tampoco esperanzas en caso de permanecer ahí. “Prefiero morir devorado por los tiburones” -aseguró llorando mientras ataba unas tablas entre sí- “que continuar sufriendo este infierno” Muchas otras historias pudimos recoger en esa playa cuidando siempre que no fuéramos descubiertos por las autoridades. Utilizando la famosa técnica de la cámara china con la que grabas sin que el interlocutor se dé cuenta documentamos también la forma en la que algunos cubanos sobrevivían vendiendo mercancía de contrabando y ofreciendo incluso jovencitas menores de edad a los turistas. El reportaje que duró unos 10 minutos al aire en cadena nacional generó gran polémica cómo era de esperarse.

Han pasado 29 años desde ese entonces y el pasado fin de semana volví a Cuba invitado a participar en un torneo de golf en un bellísimo campo que se encuentra en las playas de Varadero. Debo reconocer que algunas cosas han cambiado para bien en este lapso. Aún así, hay gente sigue migrando y algunos también por vía marítima arriesgando su vida aunque en mucho menor escala que en décadas anteriores. Por otra parte me llamó la atención que había varios negocios particulares e incluso pequeños restaurantes a donde familias cubanas llegaban para consumir al igual que los visitantes, cosa que antaño no se permitía. También debo destacar la pulcritud con la que visten los empleados y empleadas de muchos de estos establecimientos y sobre todo la educación y amabilidad con la que tratan al viajero. En esta ocasión nadie se me acercó para ofrecerme sustancias prohibidas o damas de compañía. Sin embargo las terribles carencias de alimentos y productos básicos continúan. Pero lo que más afecta en estos momentos en materia de abasto al pueblo cubano es la falta de combustible. El gobierno asegura que ha sido por falta de cumplimiento de las empresas que lo suministran a la isla, pero platicando con taxistas y gente del pueblo me aseguraron que todo es parte de un sistema oficialista ineficiente. Me tocó ver enormes -en verdad se lo digo- enormes filas de trabajadores del volante y particulares que a lo largo de un kilómetro o más esperaban la oportunidad de cargar gasolina. El país está paralizado desde hace un mes por este desabasto me dijeron varias personas y no se ve para cuándo se pueda solucionar este conflicto. En esta ocasión mi visita fue demasiado breve y en un carácter muy distinto a la de 1994. No tuve tiempo de documentar más testimonios o realidades. El pueblo cubano es maravilloso, es cordial, es educado, y según afirman, nos quieren mucho a los mexicanos. Saben por ejemplo que muchos familiares y amigos se encuentran ya sea viviendo o de paso en Quintana Roo y muestran por ello enorme gratitud. Pienso que las cosas deben mejorar pronto en Cuba lo deseo de todo corazón y desde esta columna les envío un fuerte abrazo donde quiera que estén.

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