Columna QR: Entre el humo y la libertad

José Martín Sámano
Opinión
Columna QR: Máxima respeto

Yo no fumo, pero admito que lo hice durante varios años. Comencé desde la adolescencia y aunque nunca llegué a fumar demasiado, si hubo un momento en que se convirtió en dependencia. Sobre todo cuando tenía prisa por entregar alguna nota o reportaje.

Recuerdo que dejé de comprar cajetillas para según esto bajarle al vicio, pero en cambio empecé a pedirles a mis amigos o compañeros y eso no era muy agradable que digamos. Cierto día una persona muy importante en mi vida me dijo que lo que me faltaba era valor para dejar de fumar. Herido en mi orgullo, tomé el cigarro que tenía a medias, lo arrojé al piso y lo apagué con el zapato. Fue el último hasta la fecha.

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Hoy puedo estar con amigos fumadores y no se me antoja en lo más mínimo ni me molesta que lo hagan a menos que esté comiendo o en un espacio muy reducido. Respeto su derecho a fumar y celebro que no se permita hacerlo por ejemplo en aviones, cines o restaurantes en espacios cerrados.

Pero de ahí a que ahora se prohíba a nivel nacional fumar en playas, parques, bares, terrazas de restaurantes, etcétera, me parece una violación a los derechos individuales que además afectará en gran medida al turismo y a los negocios de alimentos y bebidas. Si bien el humo del cigarro puede ser perjudicial para los llamados fumadores pasivos, éstos tienen la facultad de elegir espacios libres de tabaco.

Más que un tema de salud, me parece que esta reforma a la Ley General para el Control del Tabaco tiene fines político-electoreros y también que quienes la promueven solo buscan pararse el cuello sin importar que vayan en contra de la libertad de las personas.

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