Columna QR: El tamaño del pastel

José Martín Sámano
Opinión
Columna QR: Máxima respeto

Las imágenes captadas en video dieron la vuelta al mundo. Una mujer extranjera llora presa del pánico al verse rodeada por un grupo beligerante de taxistas en Cancún. En los brazos sostiene a un bebé mientras que su marido y un niño de unos ocho años miran hacia todas partes tratando de entender qué está sucediendo.

En el lapso de 72 horas, los martillos cancunenses se vieron involucrados en al menos tres incidentes violentos en contra de choferes de la plataforma e incluso en uno de ellos golpean cobarde y ventajosamente a un usuario que se negó a cambiar de transporte. El tema es una papa caliente. Tanto así que en una reciente visita a Chetumal, el presidente López Obrador dijo que a él no le correspondía solucionar el problema.

Paz y amor, exclamó sonriente. Ahora mismo, mientras escribo esta columna, cientos de operadores sindicalizados de varios municipios bloquean por completo el kilómetro 27 del Boulevard Kukulcán provocando tremendo caos vial y la afectación para miles de trabajadores y turistas. Lo peor de todo es que bajo las actuales circunstancias no se ve para cuando se pueda desatar este nudo gordiano.

En teoría, el Congreso de Quintana Roo debe modificar la Ley de Transporte para que UBER pueda operar sin restricciones luego de que hace unas semanas ganó un amparo promovido ante magistrados federales a través del cual no necesitarían de una concesión como sucede en el caso del transporte público.

Lamentablemente, no se tiene un plazo establecido para que esto pase. Mientras tanto los operadores de la plataforma trabajan en el limbo y los usuarios se arriesgan también a ser víctimas de agresiones por parte de quienes se sienten dueños y señores del sector. En distintos ámbitos de la economía y en este caso de la prestación de servicios turísticos, la libre competencia ha demostrado a través del tiempo ser la fórmula ideal para elevar la calidad, renovarse continuamente y generar prácticas en beneficio de los usuarios.

El pastel del transporte en un estado eminentemente turístico como Quintana Roo es gigantesco y sin duda alcanza y hasta sobra para que todos trabajen sin tener que llegar a situaciones tan vergonzosas que nos hacen ver como pueblo bajo el dominio de grupos aferrados al poder y dispuestos a seguir pisoteando a los demás para mantenerlo.

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