Soy fanático del Cruz Azul desde que era muy pequeño y en la década de los 70 tuve la fortuna de ver jugar con esa camiseta a verdaderas leyendas del futbol nacional como Miguel el “Gato” Marín -que para muchos ha sido el mejor portero extranjero que ha venido a nuestro país-.
En aquel equipo de ensueño también estaba el chileno Alberto Quintano, un implacable defensa central al que apodaban “pierna fuerte”. Recuerdo además al “Kalimán” Guzmán, a Fernando Bustos, a Eladio Vera -lateral paraguayo-, y por supuesto a Horacio López Salgado, un gran centro delantero que se crecía en los partidos importantes como las finales contra el América. Y vienen hoy a mi memoria estos recuerdos tras haber disfrutado la noche de este domingo de la estupenda final entre las Chivas de Guadalajara y Tigres de Nuevo León.
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Ambas escuadras me simpatizan y de hecho déjeme le platico que cuando apenas tenía seis años mis papás me metieron en un equipo que se llamaba “pildoritas” del Guadalajara y mi primer uniforme fue justamente el de las rayas rojas y blancas. Chivas pues, es como mi segundo equipo y en esta ocasión estaba realmente ilusionado con que salieran campeones.
El resultado quizás es lo de menos. Lo cierto es que vimos un emocionante encuentro de principio a fin. Lástima que “cruzazulearon” a las Chivas, pues no supieron mantener la ventaja de dos a cero, se dejaron empatar y cuando Tigres metió el segundo, todos los que estábamos viendo el partido en conocido restaurante de mariscos de la avenida Huayacán de Cancún, sabíamos que les iban a dar la vuelta porque como dice el dicho, “caballo que alcanza gana”.
Pero hay algo más en lo que coincidimos todos los presentes y no es porque yo tenga el privilegio de trabajar en TV Azteca, sino porque en verdad que no existe hoy por hoy un mejor equipo de comentaristas deportivos en la televisión. Cristian Martinolli, Luis García y Jorge Campos se complementan de una manera excepcional y literalmente se roban las preferencias de los fanáticos al fútbol. Hay quienes critican el desparpajo de Jorge, pero nadie puede dudar que es auténtico. Dice lo que se le ocurre, sin poses ni aspavientos y eso se disfruta y aprecia. Martinolli es un gran conocedor de este deporte y maneja siempre un lenguaje preciso.
Lo mismo describe la grandeza de una buena jugada que destroza a quien comete una pifia. Y el buen Luis -a quien por cierto conozco desde que era niño y estaba por decidirse entre el tenis y el balompié profesional-, no solo realiza apuntes certeros sino que además es dueño de una gran cultura general que se proyecta a través de los micrófonos.
Así pues, entre nostalgia y emociones, este domingo pasado fue un deleite ver la final del fútbol mexicano con un partido trepidante y con los mejores cronistas deportivos del mundo.
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