Columna QR: Doña Eva

Doña Eva Guzmán de Sámano, la mujer que influyó para ser la persona que soy. Feliz Día de las Madres pilares de los hogares mexicanos.

José Martín Sámano
Opinión
Columna QR: Feliz Día de las Madres, Doña Eva

Hace unos días platicaba en sobremesa con un grupo de amigos acerca de la forma en que ha cambiado la relación padres e hijos desde nuestra perspectiva que se remonta a lo que hemos vivido en carne propia. En mi caso con Doña Eva.

Entre anécdotas y remembranzas, los presentes compartimos experiencias acerca de la figura paterna, cuya autoridad absoluta, según coincidimos, ninguno se atrevió jamás a cuestionar. Todos sabíamos que una sola mirada de Papá era suficiente para entender que en algún momento habíamos llegado al límite de un determinado comportamiento y que cualquier grado de rebeldía jamás sería tolerado.

Los padres de aquel entonces, no se tocaban el corazón para “correrte” de la casa si no seguías sus reglas y cortar de tajo la comunicación aunque fuera por años... o incluso para siempre. Hoy en día, -me consta-, los hijos hacen de los padres casi casi lo que les viene en gana. Al menos en mi generación, se acabaron los golpes y los castigos severos. Y con sermones, pocas veces atendidos, seguimos intentando que tomen como propias nuestras experiencias de vida. Claro que cada caso es diferente y la relación varía no solo de familia en familia sino también entre hermanos y hermanas.

Pero para mal o para bien concluimos los amigos después de algunos alegatos, que nuestras hijas e hijos han ido encontrando su camino y por fortuna son mujeres y hombres de bien, (tal y como nosotros mismos nos calificamos en esa charla) Sin duda, la firmeza paterna con la que fuimos criados terminó por convertirnos en buenas personas. Pero.... ¿y las mamás? preguntó el amigo sentado a mi izquierda.

¿Qué tanto influyó en ustedes la figura materna? Hablaré por cuenta propia de Doña Eva Guzmán de Sámano. En mi caso, siento que fue quien más influyó en mi formación para convertirme en lo que soy. Mientras que mi padre se iba temprano y regresaba ya de noche de su trabajo, a mi mamá le tocó lidiar todo el tiempo conmigo. Siempre fue muy cariñosa y entregada a su familia. Era una mujer muy bella (de piel blanca y ojos color aceituna) y me gustaba ver como se maquillaba para los eventos sociales del Club Rotario a los que iba con mi papá.

Recuerdo que guisaba delicioso, que cantaba muy bonito y era quien me llevaba a los entrenamientos o partidos de béisbol. Pero también tenía mal carácter. ¡Dios mío! Cuidadito y no hiciera una tarea o le llegara un reporte de la escuela porque cualquier objeto que encontrará a la mano terminaría rompiéndolo en mi humanidad. Eso cuando era niño. Ya después las cosas cambiaron.

A partir de mi adolescencia fue muy tolerante y permisiva. Pero siempre supe que para conservar mis privilegios y libertades debía avisarle dónde estaba, con quién estaba y a qué hora volvería a casa.

Ya cuando comencé a trabajar en los medios era la más orgullosa y siempre se ponía como pavorreal cuando sus amigas o el señor del mercado le decía que me había visto en la tele.

Tristemente, los últimos años de mi madre no fueron los más felices. Aunque físicamente siempre había sido muy fuerte, la demencia senil y algunas otras dolencias le fueron quitando brillo a sus ojos y a su claridad de pensamiento. Murió hace poco menos de tres años justo cuando iniciaba estaba lejos del país, viajando con mi hijo menor. No estuve para despedirla, pero estoy seguro que ella sabe que siempre está en mis mejores pensamientos con eterno amor y gratitud.

Es lo que les comparto en este mes de las madres de Doña Eva, mi mamá.

Y aprovecho para mandarles una gran felicitación y un fuerte abrazo a todas las mamás, donde quiera que estén.

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