La caligrafía islámica, también llamada caligrafía árabe, no es solo un adorno bonito: es una expresión profunda de fe y cultura.

Muchos de sus trazos provienen directamente del Corán: calígrafos transcriben versos sagrados como un acto de adoración, haciendo de la escritura algo casi divino.

Además, este arte no se queda en los libros: está en la arquitectura de mezquitas, en cerámica, en los tejidos, en objetos cotidianos, llevando esos mensajes espirituales a la vida diaria.

La práctica de la caligrafía exige disciplina, meditación y paciencia. Para el calígrafo no es solo escribir, es casi como rezar con la pluma.