Más allá del 50/50: La clave para un equilibrio sano en pareja y familia: Expertos

Descubre por qué las relaciones no siempre son un 50/50 y cómo la flexibilidad, el diálogo y la empatía son esenciales para un equilibrio justo y sano en pareja

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Es una verdad incómoda, pero a la vista de todos: las relaciones de pareja no siempre son un reparto equitativo del 50/50. Y, sorprendentemente, esto no es inherentemente injusto. La vida es dinámica, y en ocasiones, uno de los miembros de la pareja puede estar atravesando un duelo, una pérdida de empleo o un tratamiento médico que reduce su energía y disponibilidad. En estos escenarios, la balanza, inevitablemente, se inclina más hacia un lado.

Como bien lo expresó Michelle Obama, en una entrevista sobre su matrimonio de más de 30 años con el expresidente Barack Obama, sin rodeos afirmó que “el matrimonio no es 50/50 nunca. A veces, es 70/30 o 60/40”. En esa misma conversación, la ex Primera Dama de EU compartió que su relación superó varias crisis que los obligaron a reajustar acuerdos, demostrando que la flexibilidad y la adaptación son pilares fundamentales.

¿Cuándo el desequilibrio se vuelve tóxico? Señales de alerta en la relación

El problema no reside en el desequilibrio temporal, sino en cuándo este comienza a ser injusto y tóxico. La toxicidad surge principalmente cuando se corta el diálogo, cuando no hay acuerdos cotidianos que se revisen, o cuando las necesidades del otro dejan de importar como antes, y solo las propias son tomadas como válidas. Es en ese punto donde la relación empieza a sufrir y la frustración se acumula.

Según la visión de una experta en psicología consultada, la capacidad de observación y la disposición para estar presentes son la llave maestra para atravesar cualquier crisis y encontrar un equilibrio sano y sostenible para ambos miembros de la pareja. Las bases de este equilibrio son claras: acuerdos cotidianos, escucha atenta, compasión y un estado de presencia consciente.

“Para que una pareja pueda crecer de manera saludable es importante que se creen acuerdos entre las partes y que se renueven cotidianamente”, nos cuenta la especialista. Recuerda que en las charlas de consultorio aparece con frecuencia (sin distinción de género) la necesidad de revisar lo que cada uno está “aportando” en tiempo, energía e incluso dinero, cuando se convive con la pareja.

La Llegada de los hijos: Un desafío al equilibrio preexistente

Cuando la comunicación falla, el malestar y las quejas encuentran el camino para colarse y explotar en el momento menos pensado. Esta situación se agrava exponencialmente con la llegada de los hijos. Si las bases de la pareja no son sólidas y sanas antes de la paternidad, la convivencia se vuelve una olla a presión cada vez más difícil de despresurizar.

“Cuando la familia se agranda hay un desequilibrio inicial casi inevitable, por eso es muy importante estar presentes, observando qué se necesita ajustar en la nueva estructura familiar y determinar nuevas organizaciones de tiempos y necesidades para que la sobrecarga no quede solo de un lado, principalmente, sobre las madres”, considera nuestra experta.

La evidencia social es contundente: en los primeros años de crianza, la madre suele ser quien asume la mayor carga de tareas, experimentando menos energía, mayores dificultades para conciliar el sueño y una carga mental significativamente superior. Mientras el padre a menudo puede mantener sus actividades previas (quizás con algunos ajustes de horario), la madre, en casi el 100% de los casos, debe posponer y modificar la totalidad de sus actividades anteriores.

Michelle Obama también abordó esta etapa de la vida en pareja cuando la familia crece, enviando un mensaje directo y muy claro: “Al comienzo éramos nosotros dos, cada uno tenía su vida. Si él tenía que viajar, yo le decía ‘que te vaya bien’ y me quedaba viendo televisión, pero cuando tienes hijos cambia y ahora es ‘¿a dónde vas y por cuánto tiempo?’. Empiezas a medir, ¿cuántos pañales cambiaste?, ¿por qué estás en el gimnasio todo el tiempo? Y lo haces porque los niños pequeños son terroristas. Hacen sus exigencias, no se comunican bien, lloran, son irracionales, egoístas, pero los amas más que a nada, entonces no puedes culparlos, lo haces con el otro”. Esta reflexión resalta la enorme presión y los reajustes que implica la crianza.

El camino hacia el equilibrio: Compromiso y deconstrucción

La buena noticia, y relativamente alentadora en este panorama, es que siempre hay maneras de acompañarse y pujar hacia el tan anhelado equilibrio. Por ejemplo, si la madre está amamantando, el compañero puede acercarle agua, ocuparse de cocinar para nutrir a ambos o quedarse con ella mientras alimenta al bebé. También es fundamental organizar horarios para que ambos tengan espacio de ocio y “oxigenación” personal. Sin estos respiros, la convivencia se transforma en una olla a presión con riesgo inminente de explosión.

Hay una buena noticia en este proceso, aunque la deconstrucción de roles sea un camino lento e incómodo: cada vez más varones se plantean cómo formar parte de la nueva organización familiar de una manera más justa, equitativa y presente.

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