El telégrafo eléctrico, ese hilo invisible que unió continentes antes de que existiera el teléfono, nació de una chispa de genialidad en el siglo XIX. En Azteca Quintana Roo te contamos acerca de la ubicación exacta de la primera línea telegráfica en el mundo y su impacto transformador.
En 1837, Samuel Morse, un profesor de arte neoyorquino fascinado por la electricidad, patentó su invento: un dispositivo que transmitía mensajes mediante pulsos eléctricos codificados en código Morse, puntos y rayas que representaban letras y números. Pero la verdadera revolución llegó en 1843, cuando el Congreso de Estados Unidos financió con 30,000 dólares la construcción de la primera línea comercial.
Esta se extendió por 64 kilómetros entre Washington D.C. y Baltimore, en el estado de Maryland. El 24 de mayo de 1844, desde el Capitolio, Morse envió el mensaje inaugural a su colaborador Alfred Vail: “What hath God wrought?” (“¿Qué ha forjado Dios?”), una cita bíblica que simbolizaba el milagro de la comunicación instantánea.
Antes, los mensajes viajaban a pie o a caballo, tardando días; ahora, cruzaban distancias en minutos, revolucionando el comercio, la política y las noticias. Esta línea inspiró expansiones rápidas: en 1846, se conectó a Nueva York, y para 1861, cruzó Norteamérica de costa a costa. En Europa, Charles Wheatstone y William Cooke habían probado sistemas en 1839, pero el de Morse fue el pionero global en escala comercial.
Hoy, ese legado perdura en nuestra era digital, recordándonos cómo una simple señal cambió el mundo para siempre.
Nos vemos en Azteca Quintana Roo con más innovaciones históricas.












