¿Es realmente posible cultivar plantas en suelos diferentes a la Tierra? Esta es una pregunta que muchos científicos se han hecho y han querido responder, por eso a continuación te explicamos si es posible cultivar garbanzo en el suelo lunar.
El suelo lunar, conocido como regolito, está mayormente conformado por fragmentos de roca y polvo, exhibiendo una composición única que ha evolucionado a lo largo de miles de millones de años debido a los impactos de meteoritos. Aunque este regolito lunar es rico en minerales y contiene metales pesados, difiere de manera significativa de la fértil capa de suelo presente en muchos ecosistemas terrestres. A diferencia de esta última, que está repleta de nutrientes y microorganismos vitales para el crecimiento de las plantas, su salud y su capacidad de resistir condiciones adversas, el regolito lunar es completamente estéril. Los componentes esenciales para el desarrollo vegetal, el mantenimiento de la salud de las plantas y la tolerancia a condiciones desafiantes, que son comunes en la Tierra, no están presentes en la Luna.
Desde las primeras misiones de alunizaje del programa Apolo que trajeron muestras del suelo lunar, se han realizado numerosos intentos de cultivar en ese suelo o en versiones simuladas del mismo. En 2022, los investigadores Anna-Lisa Paul, Stephen Elardo y Robert Ferl, de la Universidad de Florida, llevaron a cabo un experimento para cultivar Arabidopsis thaliana, una de las plantas modelo más utilizadas en laboratorios. Los resultados, publicados en la revista científica Communications Biology, afiliada a Nature, revelaron un crecimiento muy limitado en las plantas y notables signos de estrés.
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Cultivando garbanzos en suelo lunar
Según un reciente artículo preimpreso (publicación provisional antes de la revisión por pares de un artículo científico), las investigadoras Jessica Atkin, de la Universidad de Texas A&M, y Sara Oliveira Santos, de la Universidad de Brown, han explorado la posibilidad de cultivar garbanzos en un sustrato lunar simulado (un material creado en la Tierra con las mismas propiedades fisicoquímicas que el regolito lunar original). Sin embargo, en este cultivo, las plantas no estaban solas. Al igual que Mark Watney, decidieron proporcionarle a las plantas un poco de ayuda.
En un enfoque innovador, incorporaron vermicompost a la mezcla. Este material, producido por la descomposición de materia orgánica por lombrices, es un abono orgánico rico en nutrientes y microorganismos. La fabricación del vermicompost es bastante simple y puede llevarse a cabo con pocos materiales. En una misión hipotética, sería posible transportar cultivos deshidratados de microorganismos y lombrices mantenidas en cautividad, y producir el vermicompost utilizando desechos de comida y otros residuos orgánicos. Esto eliminaría la necesidad de un suministro constante, ya que solo se requieren los ingredientes iniciales para iniciar el proceso, y una vez que los cultivos estén en marcha, se podrían reciclar las hojas y partes muertas sin dificultad.
Además, se utilizaron hongos micorrícicos. Estos organismos establecen una simbiosis con las raíces de las plantas, mejorando la absorción de nutrientes y la resistencia al estrés. Los hongos micorrícicos pueden ser transportados en medios de cultivo o mediante alguna planta viva desde el principio, transmitiendo sus micorrizas a las nuevas semillas que germinen.
Mediante la combinación de micorrizas y compost, las investigadoras afirman haber tenido éxito en el cultivo de garbanzos en un entorno controlado que simula las condiciones lunares. Aunque las plantas presentaron signos de estrés, este experimento representa un avance con respecto a los estudios anteriores realizados con Arabidopsis. No obstante, las investigadoras subrayan la importancia de realizar ajustes en el proceso para mitigar el estrés de las plantas.
El cultivo de plantas en la Luna o en Marte presenta desafíos formidables, principalmente debido a la falta de una atmósfera adecuada (Marte tiene atmósfera, pero es inhóspita) y a las condiciones ambientales extremas. Superar estos obstáculos requiere instalaciones especializadas que puedan controlar la presión atmosférica, la humedad, la temperatura y la composición del aire. Aunque esto ya se realiza en muchos laboratorios en la Tierra y no constituye el desafío más significativo en instalaciones fuera de nuestro planeta.
Si los resultados del estudio de Atkin y Oliveira Santos se confirman, con un control adecuado de todas las condiciones, sería factible establecer cultivos en futuras bases en la Luna o en Marte sin la necesidad de transportar grandes cantidades de suelo terrestre. Bastaría con llevar esporas de microorganismos, lombrices, materia orgánica y cultivos de micorrizas. Este enfoque podría reducir significativamente la dependencia de la Tierra para el suministro de sustrato y recursos, permitiendo así minimizar la carga transportada en expediciones tripuladas y prolongar las estancias sin la necesidad constante de reabastecimiento.
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