La selva de Quintana Roo es “La tierra del chicle”

Conoce la tierra del chicle, el lugar donde hace cientos de años se descubrió que la resina de un árbol podría consumirse.

Fernanda Mexía
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Dentro de la naturaleza se esconden varios tesoros, sin embargo, no todos son capaces de aprovecharlos… Con suerte o intuición, hace cientos de años los locatarios descubrieron que al hacer un corte en el árbol de chicozapote, la resina era consumible.

Victor Manuel Chuc, chiclero, compartió a TV Azteca Quintana Roo, cómo su familia inició en este negocio.

“Cuándo crecí mis abuelos, mis tíos, mi papá y toda la familia se dedicaban al trabajo del monte, incluyendo el corte del chicle, basado de eso yo le sigo los pasos a ellos”, dijo el hombre.

Chuc reside en la localidad de José María Pino Suárez, que se ubica en el municipio de Felipe Carrillo Puerto. Compartió que aprendió de esta actividad al observar a su padre, don Isidro.

En la actualidad es Víctor quien sube a los árboles para realizar los cortes de resina, actividad que hace unos años desarrolla su padre y quien ahora es el encargado de vigilar que a los alrededores no exista peligro.

Cabe mencionar que al momento de subir a los árboles, los chicleros amarran una soga alrededor de su cintura, lo que les da mayor seguridad para trepar con agilidad, mientras se apoyan de puyas.

“Primeramente es conectarse con la naturaleza para entrar en ambiente y es como formar parte de la naturaleza, la técnica es poner los cortes a la forma inclinada correcta, que si le cortas muy vertical la resina se estanca”, dijo Víctor sobre la técnica.

Una vez realizado el corte, la corteza del árbol se torna de un color rojo vivo. De esta manera, Chuc puede realizar un movimiento en zig zag para crear un camino que guíe el líquido espeso a los contenedores.

“Hay que tenerle mucho cuidado para trabajar el chicle, a mi me han pasado accidentes por descuidos”, aseguró don Isidro.

La realización del chicle

Víctor Manuel explicó que existe un tiempo en que el árbol hace el proceso correspondiente para que la resina baje lo más que se pueda, dándole 24 horas. Posteriormente, se procede a la recolección.

Una vez en casa, el material crudo inicia el proceso de cocción en un gran tazón. El producto a una temperatura de más de 100° o 150°, se seca la humedad y se espesa dando como resultado el chicle natural.

Una vez que alcanzó la textura deseada, se coloca en un molde rectangular y se le entrega a la empresa chiclera para que lo terminen de procesar y comercialicen. Cabe mencionar que en Quintana Roo existen cerca de 700 productores de chicle.

“Nosotros estamos trabajando en épocas de exportación, son Marquetas de 10 a 15 kilos, y en una semana según el equipo que trabaje puede que tengas tres o cuatro Marquetas” dijo Víctor.

Por otro lado, los chicleros comentaron que este trabajo es de alto riesgo y el salario no es tan elevado. Por tabique, ganan $100 pesos. Además, el chicle orgánico o artesanal, es principalmente valorado en Europa.

Durante la pandemia, no se registró la exportación del producto. Sin embargo, muchos continuaron laborando para mantener la actividad que se practica de generación en generación.

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