Le roban al pueblo lo ganado: En riesgo el dinero para el retiro en México

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En medio de un discurso que clama por la justicia y la devolución de lo “robado al pueblo”, el gobierno federal está llevando a cabo una acción que contradice sus propias palabras. Hoy, bajo la sombra de la retórica populista, se gesta un acto de apropiación indebida que afecta directamente a los trabajadores y sus legítimas ganancias.

Gustavo, con voz enérgica, denuncia esta flagrante injusticia: “Son unos rateros porque ese dinero es de alguien, es de los trabajadores y los beneficiarios de esos trabajadores son los que tienen el derecho, no el gobierno”. Su indignación refleja la realidad de que el gobierno federal busca agenciarse más de 40 mil millones de pesos, generados por el esfuerzo de los trabajadores a lo largo de muchos años para su retiro.

Fernando aporta una perspectiva precisa al señalar: “Como todo este agarrar de donde pueda, ya se vio todo de lo de los fideicomisos y muchos otros recursos que se los quiere apropiar”. Este dinero, como él destaca, tiene un dueño con nombre y apellido, no es fruto del azar sino del arduo trabajo de miles.

Carlos, con una lucidez dolorosa, expresa: “Tienen un dueño, ¿por qué no las han movido? porque no les da la gana, porque está en otra cosa, porque se murieron porque no se han informado”. En lugar de informar y proteger a los ciudadanos, el gobierno opta por hacer caravana con dinero ajeno, desoyendo los reclamos legítimos de los más desprotegidos.

Este despojo no puede pasar desapercibido. Es un acto que genera preocupación legítima entre millones de mexicanos, como advierte Carlos: “Ese dinero tiene un DUEÑO, y si hoy te agarro tu primer celular a lo mejor mañana te agarro tu segundo celular o tu coche”. La urgencia es clara: es momento de actuar, de reclamar lo que legítimamente pertenece a cada trabajador antes de que sea demasiado tarde y el despojo se consuma.

En este escenario de incertidumbre y desigualdad, no podemos permitir que los más vulnerables sean los que paguen el precio más alto. El llamado es claro: no hay que dejar que le quiten al jodido. Es hora de levantar la voz, de reclamar con firmeza lo que es nuestro por derecho, antes de que sea demasiado tarde.

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