Cremitas de coco un salvavidas en tiempos de veda

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En la costa de Yucatán, donde el mar y el cielo se funden en un abrazo infinito, nace un dulce que enamora paladares y llena los bolsillos de esperanza: las cremitas de coco. Más que un simple postre, son una tradición arraigada en el corazón de Chelem, Progreso, y un sustento vital para las familias de la región.

Un deleite que atrapa a locales y turistas:

Si visitas Chelem, probar las cremitas de coco es una obligación casi religiosa. Su sabor único, esa mezcla perfecta de coco, leche y azúcar, conquista a locales y turistas por igual. “Es una tradición venir a Chelem y probarlas”, afirma Estefanía Báez, una turista local. Gustavo Cigarroa, otro visitante, lo resume con humor: “Dicen que si vienes a Chelem y no compras las cremitas, es como si no hubieras venido”.

Desde las primeras horas del día, los comerciantes de Chelem se apostan en la carretera, listos para recibir a los visitantes con su tesoro dulce. “Somos bastantes que trabajamos lo que es el coco en sí", comenta Marcelo Sosa, uno de estos emprendedores. “Es característico de aquí del puerto”, añade Gabriela Tamayo, otra comerciante.

Más que cremitas: una diversificación para sobrevivir:

A pesar de ser una tradición arraigada, la venta de cremitas de coco ha disminuido en los últimos 10 años. Conscientes de este cambio, los comerciantes han diversificado su oferta, incluyendo otros platillos a base de coco, como pays y dulces. “Nos dedicamos a lo que es la venta de cremitas y pay y todo lo que es postres de coco”, explica Marcelo Sosa. “Sí, baja demasiado, baja demasiado y pues hay que seguir luchando día a día”, reconoce con resignación.

Para la comunidad pesquera de Chelem, las cremitas de coco son más que un simple negocio: son un salvavidas en tiempos de veda. “Bueno, hace muchos años era un sustento para la comunidad local, ese el apoyo para los a veces que los maridos pescadores, pues llega la veda y era una forma de ayudar un poco al hogar”, comenta Gabriela Tamayo.

Las cremitas de coco son más que un dulce: son un pedazo de la cultura yucateca, una fuente de sustento para familias trabajadoras y un deleite para el paladar. Si visitas Chelem, no dudes en probarlas y apoyar a esta tradición que lucha por sobrevivir. ¡Tu paladar te lo agradecerá!

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