En una significativa ceremonia celebrada este sábado en la majestuosa Basílica de San Pedro, el Papa León XIV presidió la ordenación de once nuevos sacerdotes. En su homilía, el Sumo Pontífice lanzó un mensaje claro y directo a los recién ordenados, instándolos a “reconstruir la credibilidad” de la Iglesia y a no caer en la tentación de perseguir el poder, sino a enfocarse en el servicio.
“Juntos reconstruiremos la credibilidad de una Iglesia herida, enviada a una humanidad herida, dentro de una creación herida. No importa ser perfectos, pero es necesario ser creíbles”, sostuvo el pontífice ante los nuevos presbíteros, marcando un rumbo de humildad y autenticidad para su misión. Sus palabras resuenan en un contexto global donde la Iglesia Católica busca sanar heridas y reconectar con los fieles.
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Retomando la tradición y el llamado al ‘Mundo Real’
El Papa León XIV ha retomado la tradición de presidir personalmente esta ceremonia de ordenación, una práctica que en los últimos tres años del pontificado de Francisco había sido encomendada al cardenal vicario de Roma.
El pontífice solicitó a los nuevos presbíteros ponerse al servicio del “mundo real” y, de manera enfática, les advirtió que no deben “buscar otros poderes”. Subrayó que el clero debe estar profundamente ligado a “personas de carne y hueso”, evitando el aislamiento y la percepción de su misión como “una suerte de privilegio”.
Asimismo, advirtió contra el “autoreferencialismo”, citando la expresión del Papa Francisco, al señalar que este “extingue el fuego” de la misión sacerdotal, un mensaje clave para evitar que el servicio se desvíe hacia intereses personales o institucionales.
Así fue la ordenación de sacerdotes por el Papa León XIV
En el solemne rito de ordenación, once nuevos sacerdotes fueron consagrados: siete formados en el Pontificio Seminario Mayor y cuatro provenientes del colegio ‘Redemptoris Mater’. La ceremonia estuvo cargada de simbolismo, reflejando la profundidad espiritual del sacramento.
La ordenación comenzó con los candidatos, vestidos completamente con paramentos blancos, siendo llamados uno a uno por su nombre. A cada llamado, respondieron con un firme y resonante “Aquí estoy”, expresión de su disposición y entrega.
Posteriormente, el cardenal vicario de Roma, Baldassare Reina, se presentó ante el pontífice para proclamar que “la Santa Madre Iglesia pide que estos hermanos nuestros sean ordenados presbíteros”. A esta petición, el Papa León XIV, con voz firme, inquirió: “¿Estás seguro de que son dignos?”. El purpurado respondió con solemnidad: “Según las informaciones recabadas entre el pueblo cristiano y el juicio de quienes han guiado su formación, puedo confirmar que son dignos”.
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Tras la homilía, los nuevos ordenados pronunciaron sus compromisos solemnes, marcando su adhesión a la vida sacerdotal. Luego, pasaron uno a uno ante León XIV, arrodillándose para prometer “filial respeto y obediencia” a él y a sus futuros sucesores, un juramento de lealtad a la autoridad eclesiástica.
Acto seguido, en un momento de profunda humildad y entrega, los nuevos presbíteros se tendieron sobre el suelo, a los pies del altar papal, construido sobre el lugar donde, según la tradición, fue sepultado San Pedro. Mientras la asamblea entonaba el cántico de las letanías, la imagen de los jóvenes en prosternación simbolizaba su total ofrecimiento a Dios y a la Iglesia.
El rito culminó con la imposición de la estola y la casulla a los nuevos sacerdotes, símbolos de su ministerio, seguida de una oración por la ordenación. Este fue un momento de total silencio, en el que el Papa impuso sus manos sobre las cabezas de los sacerdotes, transmitiendo la gracia del sacramento. Finalmente, ungió las palmas de sus manos con el santo crisma e intercambiaron un abrazo y el beso de la paz, sellando su nueva vocación y su comunión con el Pontífice.
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