A muchos de nosotros nos enseñaron desde niños aquello de que “al mar hay que tenerle respeto” Y sí, por supuesto que debemos ser muy precavidos con uno de los elementos más poderosos de la naturaleza. Déjeme decirle que yo mismo la he visto muy de cerca en dos ocasiones, aquí en Cancún. La primera, cuando tenía unos 21 años y vine de vacaciones con varias familias a pasar un año nuevo. Estábamos muy a gusto disfrutando en Playa Delfines, también conocida ahora como “El Mirador”.
Casi no había gente y yo me metí a nadar con el hijo de uno de mis amigos de unos 16 años en aquel entonces. Ambos éramos buenos nadadores, así que los que estaban haciendo picnic no se preocuparon gran cosa cuando vieron que nos alejábamos de la orilla. De pronto, el chico me dijo que no podía nadar de regreso y que la corriente lo estaba arrastrando. En ese momento supe que estábamos en problemas. Gritamos para pedir ayuda pero los que estaban en la playa únicamente nos saludaban con la mano sin saber lo que pasaba. Antes de entrar en pánico, traté de poner todos mis sentidos en resolver la situación y observé el rumbo de la corriente que venía de norte a sur. Por instinto más que por conocimiento, decidí que lo más adecuado era que nadáramos en diagonal hacia la costa siguiendo esa misma dirección.
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Platico todo lo anterior a partir de una terrible tragedia que ocurrió este fin de semana cuando un padre de familia, sus dos yernos y dos amigos salieron de paseo en la laguna Nichupté. No se sabe aún qué fue lo que pasó pero el saldo hasta el momento es de cuatro personas fallecidas y un sobreviviente. Sí, al mar se le respeta, pero también debemos extremar precauciones en cualquier cuerpo de agua como lagunas, cenotes, manglares y ríos subterráneos. El paraíso tiene sus peligros y debemos estar siempre conscientes de ello.