Este domingo se me ocurrió ir a pasar el día en Playa Delfines en la zona hotelera de Cancún. Aunque definitivamente hacen falta cajones de estacionamiento, el sitio es maravilloso. Familias enteras, parejas y también personas que llegan solas hasta aquí, encontramos un espacio fenomenal, con servicios de primera, para montar el chiringuito y pasarla de lo lindo en una de las mejores playas del Caribe Mexicano.
Pero déjenme les platico que una vez instalado y habiendo disfrutado un buen rato del paisaje y también de un delicioso chapuzón, llegó muy cerca a colocar su sombrilla un señor más o menos de mi edad quien venía acompañado de su esposa y a quien por cierto trataba con singular cariño.
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De pronto, el hombre sacó de una bolsa un micrófono con un aditamento que le permitía obtener pistas musicales de su teléfono celular al tiempo que podía cantar las canciones como si fuera un mini karaoke.
Me llamó la atención que yo me sabía todas las melodías que el vecino le dedicaba con fervor a su pareja, de quien a la postre me enteré que llevaban 43 años de casados. Una cosa llevó a la otra y terminé cantando con el micrófono del desconocido y entablando deliciosa charla de los buenos tiempos que vivimos en juventud donde descubrimos que habíamos nacido y crecido en la misma zona de Azcapotzalco en la Ciudad de México. Pero... por alguna razón llegó el momento en que apagamos la música y comenzamos a discutir de política.
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Él, habló con pasión acerca de sus preferencias partidistas y de la figura que ciertamente idolatra, mientras que yo le expuse mis muy personales puntos de vista acerca de la realidad nacional. Pronto nos enfrascamos en un diálogo en donde el karaoke pasó a segundo plano y debatimos posturas encontradas.
El respeto prevaleció en todo momento y aunque nuestras ideologías resultaron diametralmente opuestas, al final decidimos que lo nuestro, en ese momento era disfrutar el momento sin caer en pasiones infértiles.
Nos despedimos compartiendo números telefónicos y la promesa de reunirnos pronto a cantar, pero esta vez sin hablar de política ni caer en la inútil tentación de tratar de convencer a la otra parte de que está viviendo del lado equivocado. Así fue la tarde en Playa Delfines.
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