La sala de telegrafía del Titanic estaba saturada: recibían mensajes personales, avisos y boletines, lo que hizo que los operadores estuvieran completamente desbordados justo antes del choque. Esto dificultó que las señales de auxilio llegaran a otros barcos a tiempo.
El código Morse resultó fundamental para pedir ayuda, pero también dejó al descubierto errores humanos y fallos de procedimiento que influyeron en la magnitud del desastre.
Con edición de Hanna Andrade












